Una inquietante cita del Lonely planet a pie de pantalla para empezar, hablando de desaparecidos en el Himalaya, recomendando no hacer nunca un trekking en solitario y alertando de que no todos los monjes son hombres santos, ayuda a predisponer la receptividad del espectador, para que no se deje extasiar y se relaje como un excursionista dominguero ante los imponentes paisajes que nos brinda el film en su arranque. Pues solo son los compases iniciales antes de convertirse en una descarnada odisea existencial, y una aventura rayana en el thriller rural, que alcanza cotas de dramatismo y contundencia que, pese a sus abismales diferencias, podrían remitirnos a algunos de los más rotundos momentos de As bestas. Y eso son palabras mayores.
La película funciona. A ratos se ralentiza en exceso, tal vez contagiada de ese entorno budista pseudo-filosófico, que es lo menos interesante y convincente de la cinta, pero siempre mantiene activadas la intriga y la emoción, que alterna motivaciones sentimentales con retos físicos de supervivencia. Y lo cierto es que, apoyándose en unas interpretaciones solventes, y muy meritorias en la franja infantil, la cinta resulta de lo más entretenida y, por momentos, fascinante por sus excelencias visuales, magníficamente reforzadas por la hermosa partitura de Roque Baños, imbuida de la grandeza alpina de unos parajes de belleza perturbadora. Se agradece además que, pese a que se intuye y casi esboza, no acabe subrayando ninguna premisa de corte moral, y opte por diluir el final en ese doloroso fundido a negro que nos interpela.
Dirección: Salvador Calvo.
Intérpretes: Miguel Herrán, Susana Abaitua, Alexandra Masangkay.
Javier Matesanz
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