The office es una serie satírica de referencia, que disecciona un entorno laboral concreto (una oficina de ventas de papel), que por extensión podría ser cualquier otro. Siempre y cuando asumamos que nos encontramos en un territorio estereotipado y caricaturizado, aunque no exento de un sentido realista de la crítica tan cómico como hiriente, que pretende divertir a la vez que escandalizar con la incorrección de muchas de sus desprejuiciadas líneas de guión. No es de extrañar que el siempre poco delicado Ricky Gervais (que irritó a propios y extraños presentando los Globos de Oro 2020 en la gala más incorrecta que se recuerda), se encontrase como pez en el agua en la piel del jefe de la oficina original, que estrenó en 2001 la BBC en Inglaterra, y que pese a tener solo dos temporadas, inspiró las nueve de la versión americana de Universal Pictures, estrenada en 2005 con Steve Carrell al frente del heterodoxo y no muy competente equipo profesional.
Se trata de un producto muy poco convencional en su lógica narrativa, pues sin mayores explicaciones incluye en sus capítulos la presencia activa y testimonial, pero en ningún momento justificada, de una cámara subjetiva, a la cual miran directamente o de soslayo todos los personajes, y que aporta algo así como una perspectiva de reality show o de falso documental, que no sabemos nunca que intención tiene ni si derivará en alguna sorpresa argumental. No obstante, los personajes incluso son entrevistados y confiesan algunas de sus motivaciones personales o laborales, como si de una estrategia empresarial o un programa televisivo se tratase. Pero nunca se desvela el porqué de este recurso. Una rareza más.
Y en este contexto, del todo disparatado y casi imposible en términos empresariales, se abordan temas de primer orden como el machismo, el acoso, los favoritismos, el sindicalismo, el abuso de autoridad, el absentismo, la homosexualidad y otras muchas cuestiones controvertidas, que se combinan con escarceos emocionales y amoríos puntuales, rivalidades, novatadas, cotilleos y otras trivialidades propias del compadreo laboral. Una ensalada argumental, siempre resuelta sin sentencias morales, que si bien hace que la sucesión de episodios sea algo irregular, también consigue mantener la atención del espectador. Y es que éste se va enganchando así como empatiza con los diferentes roles, y acaba por compartir preocupaciones y ambiciones socio-laborales con muchos de ellos, otorgando a la serie una categoría que trasciende al simple entretenimiento cómico. Hay más denuncia y reflexión social de lo que parece a simple vista, y además de reír, y de ofrecer uno de los protagonistas más ingenuamente insoportables (Steve Carrell – “Michael Scott)”de la historia moderna de la sit-com, más de uno se compadecerá de algún personaje que se parece demasiado a gente real que nos rodea.
Els vostres comentaris