Es por el ritmo, la cadencia, por el gusto exquisito a la hora de planificar, de montar las escenas… pero también la poética que destila la historia, de amor al límite, sin condiciones. Es por todo ello que Slow West me parece la película del año. Por eso, y porque Fassbender es un portento de interpretación contenida y certera, una suerte de John Wayne actualizado, el perfecto vaquero, el cazarecompensas solitario por antonomasia, y el fiel escudero a su pesar.
John Maclean, un músico y armador de videoclips que debuta como director de pelis, ha conseguido rodar al trote y que, sin embargo, la trama no te conceda un respiro. Parece ser que en el viejo oeste, extratransitado por ladrones, sicarios y buscavidas, no había lugar para el descanso y eso lo plasma a la perfección; tampoco había demasiado espacio para el romanticismo cuando la vida consistía en acabar con vida la jornada, pero ahí nos la cuela, con un relato lleno de lírica y recuerdos recientes. Me gustan los giros, las sorpresas que te reserva el guion, los secundarios y ese final apoteósico, perfectamente coreografiado. Una joya de la que el mismísmo Ford estaría orgulloso.
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