Me está usted poniendo nervioso, señor Smith
Ahora es el momento de reinventarse, de buscar entre los escombros una buena idea que revolucione tu mundo y el de los que te rodean. O eso es lo que dicen los historiadores entendidos en crisis. Y Kevin Smith debe haberles estudiado bien, porque es precisamente lo que ha hecho. Tras ser el genial abanderado de la comedia freak (Clerks, Mallrats, Persiguiendo a Amy), fue desinflándose a lo grande (Vaya par de polis) y terminó por darse un par de sonados morrazos (Jersey girl o ¿Hacemos una porno?). Así que se decidió a buscar entre sus apuntes de cinematografía y encontró algo que le llamó la atención: las películas de terror de bajo presupuesto de los años setenta. Vamos a ello, pensó. Y caray si fue.
Red state es una de esas historias de me está usted poniendo muy nervioso, señor director. Y no sé muy bien la razón, porque, en realidad, aquí no está pasando nada que no haya visto ya. Pero Kevin Smith, tomando como punto de partida el caso del reverendo Felps y su iglesia de pirados, y el inicio de cualquier película de terror adolescente (unos amigos en busca de sexo fácil un lugar en medio del bosque), construye un relato certero y cinematográficamente más complicado de lo que parece, que consigue su objetivo: que uno se revuelva en el sillón. Con una puesta en escena sucia y perfectamente posible, lleva el ritmo de la calma tensa a la tensión, al frenesí y a la explosión en apenas una hora y media de difícil digestión para mentes sensibles o que no busquen nada más que sangre y violencia gratuita. No es una película fácil, no hay que engañar a nadie, pero sí una película que recuerda sus orígines (La última casa a la izquierda, de Wes Craven, es un buen ejemplo). Con dos partes bien diferenciadas (los diálogos pausados y punzantes y la carrera endiablado), el señor Smith no deja títere con cabeza (literalmente), y construye, además, una crítica brutal contra el fundamentalismo religioso y las actuaciones policiales, que tan buenos resultados le habían dado años atrás.
Sólo un apunte más, qué grandes Michael Parks y su reverendo Abin Cooper, y Melissa Leo y su Sara. Cuánta maldad junta en tan poco tiempo. Y qué placer volver a encontrarse con (el gran) John Goodman en una pantalla.
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