Apuesta menorquina por la nostalgia, por el sempiterno cualquier tiempo pasado fue mejor, o no, que siempre nos ayuda a justificarnos o a deprimirnos, y pocas veces a estimularnos en el presente. Echamos de menos, pero pocas veces de más. Y con Recreo, de Xàfec Teatre, viajamos hasta el cole, o el instituto, donde habitaron la chica más popular de la clase, el guapo y triunfador, el invisible de tan ignorado, que inventaba otro aún más invisible que él para no sentirse solo. Aquellos años en que la vida es sueño, pero no la de Calderón precisamente, sino la de adolescentes desubicados, abrumados, con las hormonas en estampida, y sueños húmedos como norte existencial. Pero visto desde hoy, desde la edad adulta, desde la perspectiva de la razón, que tantas veces extraña la sinrazón y ansía regresar al patio de su pubertad, cuando el problema más grave era ir desparejado a la fiesta de fin de curso. Benditos problemas. Ojalá nos quedásemos atrapados en aquellos sueños de antaño, o incluso en las pesadillas, porque fuera nos espera el hoy. Y eso es la realidad, y a menudo duele.
Pitus Fernández plantea su regresión con tono entre nostálgico y naif, ingenuo pero crítico, ácido incluso, áspero a ratos, tierno por momentos, y todo en su conjunto amable y agradable, con intermitencia cómica, aunque tal vez irrelevante como propuesta textual y escénica. No aburre, distrae y se olvida. Le falta algo de calado, de fuerza. Quizás en el contraste entre comicidad y dramatismo existencial. ¿Cuál era el verdadero objetivo, la intención del proyecto? ¿Solo una inmersión melancólica en el frágil e inestable pasado juvenil o había otras pretensiones? Algo le falta al montaje: definición, empaque, contundencia. Entretiene pero no golpea.
Bien los actores, con indecisiones y algún desmayo, pero convincentes.
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