Ecléctico, brillante en ocasiones, plano en otras, Stephen Frears es capaz de alumbrar delicias sofisticadas como Las amistades peligrosas, o The Queen y acercarse con acierto al cinema más realista, social, de La Camioneta o Café irlandés, pero también de firmar títulos prescindibles como Héroe por accidente o Hi-Lo Country.
En Philomena se aproxima a la verdadera historia de una anciana que sigue los pasos del hijo que le arrebataron por ser madre soltera y pobre en la Irlanda ultracatólica de los años 50. Unos hechos recogidos por el periodista Martin Sixmith en un libro convertido en guión por Steve Coogan, que también protagoniza la cinta.
Conocemos, por tanto, la esencia del drama, y el desenlace, avant la lettre, lo que despoja de sentido decir que el film es previsible; pero se hecha de menos la osadía que el director ha demostrado en otras ocasiones: en la configuración de los personajes, en la narrativa, en el uso del humor, en la interrelación de los dos protagonistas.
Está claro que Judi Dench – con la que Frears ya trabajó en Mrs. Henderson presenta – lo borda (como siempre) y que Coogan no está mal en la réplica y que todo lo demás es muy correcto, pero falta alma, intención, subidas de tono controladas, ‘punch’ en la denuncia de unos hechos terribles con las instituciones religiosas de por medio… Falta todo eso que podría haberla convertido en algo grande.
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