De los creadores de El Señor de los Anillos y El Hobbit. Así promocionan este film postapocalíptico con el ánimo de condicionarnos, de modo que para no complicarme la vida seguiré la misma senda, y la crítica ya la hacen ustedes uniendo la línea de puntos referenciales. Ahí van algunos de los ingredientes del pastiche: Mad Max (originales y réplicas), Terminator, La carrera de la muerte del año 2000 o cualquier versión posterior, Viaje al centro de la tierra, Stardust, Aquellos chalados en sus locos cacharros, Star wars, Airbender, Los juegos del hambre, etc, etc; mezclados y revueltos todos por un delfín de Peter Jackson que admira a los Wachowki, Zack Snayder y James Cameron por igual. Cineastas capaces de lo mejor y de lo peor, siendo esta la parte que ha inspirado a Christian Rivers. Una pena, la verdad, porque el arranque es enérgico y esperanzador. Una cacería implacable que resulta de lo más orgánica y cruel, muy animal, a pesar de librarse entre dos máquinas, que son en realidad ciudades sobre ruedas (sic). Auténticos amasijos de hierro y carne humana que sobreviven como nómadas en tierras yermas. Los unos buscándose la vida y los otros rastreándolos, como grandes urbes depredadoras que se alimentan de las más pequeñas e indefensas. Inquietante, sin duda. Pero no tarda en perder el rumbo y el interés. En complicarse la historia con intrigas de poder, con odios raciales, con enfrentamientos familiares y culturales, y filosofías existenciales. Algo así como una guerra futurista entre el Ying y el Yang pasada por el filtro del discurso medioambiental. Y el embrollo alcanza cotas insufribles. Todo estereotipos y frases grandilocuentes mil veces esgrimidas. Y momentos prestados que en algún caso rozan la irreverencia. Por un momento pensé que Luke y Vader saldrían a colación y se me congeló el alma. En fin, nada nuevo y nada bueno.
Mortal engines
Director: Christian Rivers. Intérpretes: Hugo Weaving, Hera Hilmar, Robert Sheehan.
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