Un solo ingrediente parece justificar un proyecto como este, sobre un personaje del que se han hecho ya un puñado de versiones y siempre con discreto resultado; y ese es el carisma de un Robert Downey Jr., que vive uno de sus mejores momentos profesionales, y que ha hecho de su histrionismo soberbio una seña de identidad para triunfar como Iron Man o Sherlock Holmes, y que ahora lo pone al servicio infantil de ese veterinario verborreico que parlotea con sus mascotas, y que tuvo antes el aspecto de Eddie Murphy y también de Rex Harrison hace ya varias décadas. Pero ni así. Le dan rienda suelta y él se explaya a gusto, y se siente cómodo. Pero eso no basta cuando el guion flojea o directamente es malo. Y bobo. No dan nunca con la tecla cómica (ni siquiera simpática), y la realización confunde en todo momento la velocidad con el ritmo y el ruido con la acción, con un montaje siempre precipitado y una profusión de planos cortos que llegan a ser incómodos. Uno acaba por pensar que no abren el plano para que se vea lo menos posible, y que lo aceleran todo para que no tengamos tiempo de asimilar el vacío que esconde esta aventura que intenta muchas cosas y apenas consigue nada. Eso sí, la infografía animal está muy bien hecha. Pero claro a estas alturas ya no es algo que sorprenda a nadie (ni a los niños, que ya han visto el nuevo Rey León, entre otras muchas), y mucho menos que justifique el tiempo que pierdes hasta que se encienden las luces de la sala.
Y en tan pobre espectáculo, que por pretencioso aún lo parece más, hay implicado un reparto (muchos solo en voz) a priori estelar: Antonio Banderas, Michael Sheen, Jim Broadbent, Emma Thompson, Rami Malek, Ralph Fiennes y Selena Gomez, que hace imaginar que algo salió mal por el camino, y que lo mejor del proyecto debió de quedarse en algún recodo del proceso, cuando ya era tarde para volverse atrás.
Javier Matesanz
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