Puede que la vida de Steve Jobs responda a buena parte de los tópicos sobre el gran sueño americano. Fue un hombre innovador, un triunfador hecho a sí mismo que, al parecer, jamás se rindió ante las dificultades y que defendió sus ideales hasta las últimas consecuencias. Pero eso se puede contar de muchas maneras, sin tanto subrayado gratuito, sin tanta frase grandilocuente, si tanta épica forzada, sin esa extenuante redundancia a la hora de aproximarse a la parte genial del personaje.
Ahí están los inicios, el famoso garaje, de una trayectoria brillante como inventor y empresario; los conflictos permanentes con aquellos que no pensaban como él; su salida de Apple, la aventura de Next (apenas detallada), su regreso a Apple… y ahí nos quedamos (¿Por qué? ¿Se estará preparando una segunda parte de la biografía?). Por el medio, también se nos muestra su carácter egoísta, la falta de empatía con el sufrimiento ajeno y la deslealtad con la que se empleaba respecto a sus presuntos amigos. Es de agradecer que no se caiga en la hagiografía, pero también eso podría estar mejor narrado La relación con su hija es un buen ejemplo – o ha habido tijeretazo en el montaje final o no lo entiendo -.
Mención aparte merece la interpretación de Ashton Kutcher en el papel protagonista. Cansan sus andares de simio (¿Jobs caminaba así?), agota esa cara de tipo listo e irreverente y chirrían sus gestos cuando el guión le exige un registro más marcado. Entiendo que lo hayan elegido por su parecido físico al Jobs de verdad, pero yo hubiera sacrificado ese aspecto a cambio de una actor decente. Mucho mejor están Josh Gad (en el rol de Wozniak, cofundador de la empresa) y Dermot Mulroney encarnando a Mike Makkula.
Una lástima de biopic, en resumen, teniendo en cuenta los mimbres de que se disponían.
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