Curiosa combinación la que propone Arte en rueda en su último espectáculo itinerante, que lleva ya algunos bolos de rodaje y que empieza a encajar bastante bien: improvisación y magia. La de Enzo Lorenzo, que no forma parte de la compañía de tres, pero que aporta para la ocasión los juegos más sorprendentes de la función, sin renunciar a participar del ingenio oral y gestual de las creaciones improvisadas. Y así, con la habitual colaboración del público – que incluso llevó a un servidor a subir al escenario libro en mano-, el espectáculo busca la complicidad y el entretenimiento, y lo consigue sin paliativos, con más diversión que precisión, pero obteniendo la satisfacción de un espectador entregado a la sorpresa, y que con sus ingenuas intervenciones les dio suficiente juego a los artistas para que completaran una más que digna jornada de recreo.
Como ocurre siempre en este tipo de montajes, el resultado global es irregular. Es también parte de su encanto. La incógnita del partido que sabrán sacarle los intérpretes a las ocurrencias del público o a las casualidades de la mecánica. Pero la media fue buena. Alta incluso. Y bien repartida entre recursos cómicos verbales y formales, coreografías y construcciones narrativas, soluciones estrambóticas o ideas realmente inspiradas, atrevidas y conclusivas. Un buen promedio creativo, en definitiva, que la compañía alcanza en parte al saber transmitir sus ganas de jugar y su predisposición a compartir con su público el placer de hacerlo.
Els vostres comentaris