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Crotch

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No entraré en el estéril y triste debate de si es o no es necesario que sigan existiendo comprometidos proyectos como éste, que dan voz a los sin voz, que reivindican la igualdad de derechos, ya sea por cuestiones ideológicas, de clase, de género o en función de las inclinaciones sexuales del personal. A estas alturas solo la necesidad de estos alegatos es motivo suficiente para lamentarse y desertar como miembro de una sociedad insolidaria y moralmente incompetente.

Así que no hablemos de políticas sociales, sino de danza y de hibridaciones escénicas, en lo cual Catalina Carrasco es un referente incuestionable en las islas (y fuera de ellas). Un laboratorio en sí misma, siempre inquieta, curiosa, atrevida en su querencia por la experimentación de nuevas tendencias, de las nuevas tecnologías. Es alérgica a la reiteración, adicta al riesgo creativo. Y a cada nuevo proyecto sorprende, arriesga hasta el extremo en su afán de transmitir emociones escapando de lo convencional, de los lenguajes y las formas habituales, de los discursos y los modelos de siempre, para romper con la rutina y explorar caminos que estimulen sin necesidad de conclusiones ni explicaciones ni moralejas. Ella propone, el público dispone, y el resultado expone. Y que cada cual analice sus sensaciones, sus emociones.

El movimiento es su territorio y los cuerpos su herramienta para articular el lenguaje. Siempre asimétrica, rotunda, vigorosa, provocativa y provocadora, Carrasco se acompaña esta vez de no bailarines (a excepción de Elena Lalucat y Reinaldo Ribeiro, magníficos), pero no menos protagonistas que ella. Testimonios que apenas bailan. Se mueven y hablan, comentan, se lamentan. Flirtean con el panfleto y el lugar común en algún momento, eso sí. La palabra está aquí menos afilada que sus contorsionadas anatomías, que sufren, que pelean, que se quejan, y así transmiten mucho y más que los discursos. Tal vez no era necesario el texto, la soflama. Aunque la rabia y la injusticia a veces exigen un desahogo. En voz alta a ser posible. De modo que todo cabe en este Crotch. Entrepierna, por estos lares. Ubicación genital de la disputa, del sinsentido moral de este sin Dios que llamamos sociedad. Y aunque no todo funciona por igual, las coreografías, muy físicas y sentidas, entre la performance y la danza contemporánea más visceral, incomodan y provocan, sacuden y espolean, y así llegamos a un fin de fiesta discotequero y multitudinario, tal vez innecesario, pero que busca ser una vía de escape, apelar al buen rollo solidario, afín y cómplice, algo cumbayá, después de la tempestad, de la denuncia. Una celebración del derecho tanto a la pataleta como a exigir lo que ya no debería ser materia de reivindicación.

Concepte i creació: Catalina Carrasco. Interpretes: Catalina Carrasco, Elena Lalucat, Reinaldo Ribeiro i el col·lectiu LGTBI local. Lugar: Teatre Principal (Sala petita), en la Fira B!

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