Víctor Erice es algo así como un icono de la pureza del cine español. Cine sin adulterar. La autenticidad de las historias traducida a imágenes. Y lo es con solo cuatro películas en 50 años. Un ritmo sosegado como el de sus relatos, y que a tenor de su cadencia bien podría ser el último del octogenario cineasta, que parece haber filmado algo así como un trabajo testamentario. Ahí está todo. Guiños a sus películas, a las que no fueron, a las palabras que se quedaron en papel, a sus compañeros en tan largo viaje y a ese gran amor que ha sido el cine. Un idilio intenso y pasional, pero nada promiscuo. Y conste que, curiosamente, Cerrar los ojos es tal vez la historia más comercial que ha rodado el autor. Con intriga, drama, crítica, nostalgia y… José Coronado (espléndido, por cierto, como un soberbio Manolo Solo y la necesaria Ana Torrent). Pero claro, sin prisas, con pausas, silencios eternos llenos de sentido y sentimiento, miradas vacías y tristes, melancólicas y resignadas; pero también con resquicios de esperanza, que sin dejárnosla constatar, nos la deja intuir.
Tres horas son mucho, eso sí. Demasiado. Pero las prisas no van con Erice, y tiene mucho que contar. El inicio resulta fascinante, y cuando llegamos al asilo frente al mar, en el último tercio, la película toma aire, se refresca, cambia el tono y nos empapa de ternura y emoción. Aunque para llegar hay que tener paciencia, pues el camino, el proceso es lento, cansino, exasperante como puede serlo sacar adelante un proyecto cinematográfico, y Erice lo sabe, lo ha sufrido, y no renuncia a compartirlo. Frustración exige. Pero todo valdrá la pena al final. Con esa última secuencia de la proyección, de un fascinante poder hipnótico, mágica, y tan bella como lo es el cine. Y después, simplemente, Cerrar los ojos.
Título: Cerrar los ojos
Director: Víctor Erice.
Guión: Víctor Erice y Michel Gaztambide.
Intérpretes: Manolo Solo, José Coronado, Ana Torrent, Josep Maria Pou, María León…
Javier Matesanz
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