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Richard Attenborough (1923-2014), la versatilidad de un grande

Richard Attenborough (1923-2014), la versatilidad de un grande

El pasado 24 de agosto fallecía en Londres a los noventa años el actor, director y productor Richard Attenborough, conocido por el gran público por interpretar a John Hammond, el dueño de un parque temático con dinosaurios en Jurassic Park (1993) y su secuela, El mundo perdido (1997), ambas dirigidas por Steven Spielberg, por supuesto.

Nacido en Cambridge en 1923, a principios de los años 40, comenzó una carrera como actor que incluye cintas tan conocidas como La gran evasión (1963), El vuelo del Fenix (1965), El extravagante mundo del Dr. Dolittle (1967), El Yangtsé en llamas (1966), Diez negritos (1974) o Brannigan (1975). Tras intervenir en El factor humano (1979) de Otto Preminger dejó el oficio delante de las cámaras hasta que Spielberg le “rescató” para los dos films ya comentados, apareciendo posteriormente en otros largometrajes como Milagro en la ciudad-1994 (dando vida a Santa Claus), el Hamlet (1996) de Kenneth Branagh o Elizabeth (1998).

Su labor como director de cine es breve (algo más de diez títulos) pero importantísima. Tras debutar con el musical ¡Oh, qué guerra tan bonita! (1969),  confeccionó diferentes biopics, algunos de ellos convertidos en grandes clásicos. Gandhi (1982) probablemente sea el más conocido y admirado (gracias a él Attenborough ganó dos Oscar-director y productor-),  pero no sería justo obviar otras propuestas como Chaplin (1992), sobre ya se sabe quién, El joven Winston (1972) sobre Churchill o En el amor y en la guerra con la figura de Ernst Hemingway como protagonista. Su cinta contra el racismo Grita libertad (1987) quizá sea su segunda obra más conocida, pero me gustaría también destacar  un título un tanto freak, alabado por ciertos sectores y que para muchos se trata de un clásico del cine de terror: Magic: el muñeco diabólico (1978), una cinta que Attenborough dirigió con Anthony Hopkins interpretando a un ventrílocuo un tanto extraño. Terroríficamente divertida, demostraba la versatilidad de Attenborough a la hora de enfrentarse a cualquier proyecto.

 

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