Hay meses en que uno preferiría no tener que salir del cine. Vivir entre ficciones, donde David Bowei o Alan Rickman siguen haciéndonos soñar, y Ettore Scola no ceja en su empeño de cronista amable de las más mediocres o imperfectas realidades. Y siempre en clave de comedia, para que la tristeza y la nostalgia no nos arruinen nuestras “particolares giornatas” cinéfilas; y que al compromiso, la crítica, la denuncia o la mera observación social, le añadamos siempre la fascinación que las imágenes del séptimo arte ejerce en quienes preferimos imaginar nuestro mundo a través de una pantalla y amparados por la luminosa oscuridad de una sala de cine.
Ettore Scola se apagó el pasado miércoles día 20 de enero, a los 84 años, pero resplandecerá siempre como autor de algunas de las obras maestras del cine italiano. De la moderna comedia italiana, decían. Ese fue su aclamado sambenito, aunque filmara otros muchos géneros. Incluidos sus dos postreros filmes, en formato documental. Qué extraño llamarse Federico, se titulaba su último trabajo. Un homenaje a su buen amigo y colega Fellini. Tal vez algún otro maestro en activo ruede en breve Qué extraño llamarse Ettore.
Yo, entre todo su legado, elegiría un título. No es el mejor. Ni el más reconocido. Pero fue un buen film, que pasó desapercibido por razones ajenas a su autor, y sin duda merecía más atención. Splendor (1989). Un homenaje que Scola le hizo al cine y a la cinefilia, al amor por las películas, a esa forma de vivir entre la realidad y la ficción, que si no tuvo más repercusión fue por la inoportuna coincidencia en el tiempo con el Cinema Paradiso (1988) de Giuseppe Tornatore, que provocó en el público internacional una cierta sensación de reincidencia que afecto a la taquilla. Lástima, porque era hermosísima.
Esa es mi elección. Pero elijan ustedes la razón por la que admirar y recordar a Ettore Scola. Hay mucho donde escoger: Una mujer y tres hombres, Una jornada particular, La noche de Varennes, La terraza, La familia, ¿Qué hora es?, La cena… Repasen ustedes su impresionante filmografía y, además de volver a disfrutar de la esencia del mejor cine italiano, comprobarán que – aunque nunca lo consiguió- cuatro nominaciones al Oscar fueron pocas.
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