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Profesor Lazhar

Profesor Lazhar

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Bashir Lazhar aparece como por arte de magia en la recepción del colegio. Pide trabajo en el momento justo en el lugar adecuado. Una de las maestras se ha suicidado y la violencia se ha instalado en cada rincón del centro. El nuevo profesor sabe que necesita ese empleo, él también es un habitante de un mundo en el que la violencia está instalada en cada segundo. Sabe que puede ayudar a los alumnos y que ellos pueden ayudarle a él. Ha huido de Argelia y del terrorismo de su país para refugiarse en Montréal, una cuidad gris y fría, opuesta al blanco y azul, que describe una niña en un breve, pero intenso diálogo. Porque el profesor Lazhar es una película intensa sin gritos ni aspavientos, cercana a la magnífica La clase, y que algunos pretenden comparar equivocadamente con la esencia de El club de los poetas muertos. Es mucho más que eso.
Con un ritmo pausado, casi susurrante, llena la pantalla de palabras en silencio y de razones que se van desgranando poco a poco, sin prisa, ahondando lo justo en cada una de ellas, para dejar al espectador con algunos interrogantes que él mismo tendrá que solucionar, rebuscando, a la salida, entre las líneas y los planos aparentemente casuales, pero cuidados hasta el más mínimo detalle. Es una película para amantes del buen cine y para aquellos a los que les gusta que no se lo den todo hecho. Pero también para los que necesitan de historias sencillas, que no estúpidas, para acudir a una sala de cine. Alimenta el debate sobre los cambios en la educación, las relaciones humanas, las normas rotas y las razones por las que vale la pena seguir adelante. Y, para ello, los magníficos actores (adultos y niños) y Philippe Falardeau, su director, construyen un relato preciso con algunos momentos de corazón encogido y otros de sonrisa cómplice. Redonda, pequeña, habitable, es de esos trabajos que saben a más dos días después de su visionado, cuando, repuestos de una historia mucho más cruda de lo que parece, se dibuja la paz del que encuentra un porqué en cada secuencia y en cada reacción. Qué bien, el cine cuando es cine.

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