No es difícil imaginar que la vida de Steves Jobs fue mucho más apasionante que esta película. Una especie de telefilm insulso que repasa la epidermis de la vida del fundador de Apple – es como si el guión lo hubieran sacado de wikipedia con un cortar-pegar-, a través de la aséptica interpretación de Ashton Kutcher, que parece convencido de que andar como si tuviera una artritis prematura le dará credibilidad a un personaje al que ni siquiera llegamos a intuir. Cuatro anécdotas y algunas referencias a la prehistoria informática no bastan para emular los méritos de David Fincher en La red social, que a la postre es el modelo que pretendían imitar los instigadores de esta mediocridad.
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