Agatha Christie sigue siendo un referente popular. No pasa de moda, ni en formato libro (el original), ni en cine (Kenneth Branagh acaba de estrenar otro Asesinato en el Orient Express) ni en teatro, donde sus Diez negritos siguen llenando plateas. Esta vez con el título Y no que dará ninguno, supongo que para desmarcarse de propuestas anteriores, ya que presenta un desenlace distinto. El que originariamente ideó la autora y nunca pudo publicar (no haremos spoilers). Aunque lo cierto es que nunca supe de donde salían los negritos, ya que la aterradora cancioncilla de cuna y el mismo texto hablan de soldaditos, y nunca se menciona si son negros o no. En fin, anécdotas de un clásico que vuelve a escena desde Cataluña, en castellano, y con buena parte del reparto insular, para compartir suspense escénico con celebraciones navideñas. Un espectáculo comercial de esos de libro, con cimientos literarios de prestigio, un reparto encabezado por un nombre popular de siempre (Pep Munné) y alguna cara televisiva (Julia Creus: Merlí) como gancho generacional, una puesta en escena funcional y sin complicaciones, y una pulcra y holgada producción, de manera que atienda y contente todos los gustos posibles enmarcados en el teatro convencional. Y el resto, rutinario pero eficaz. Quizás demasiado largo, lo cual afecta al ritmo por culpa de reiteraciones y subrayados de iluminación y música innecesarios, sin los cuales se podría haber agilizado. Pero al fin y al cabo eficiente como la comida rápida, que es a menudo la comparación más apañada entre gastronomía y espectáculo cuando hablamos de entretenimiento sin más. E irregular en cuanto a las interpretaciones. Inevitable cuando se trata de un espectáculo coral. Pero puestos a destacar negritos, me quedo con dos: Arnau Puig y Joan Carles Bestard, que estiran del conjunto y le aportan el brío necesario cuando desfallece.
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