La vida es lo que tiene, que pasa inexorablemente. Y más rápido de lo que quisiéramos. Hoy estamos aquí, en plenitud, y ahora ya envejecí. Y lo sabemos los que envejecemos, pues los que aún no, ni se lo plantean. Claro, eso son cosas de viejos. De mayores, para no herir susceptibilidades. Y sobre la vida y su fugacidad, sobre el teatro como metáfora existencial, sobre pasar y perdurar, o hacerlo y ser olvidado, se ha escrito y reflexionado hasta la saciedad, pues no es cosa de ahora, sino condición humana. Hoy sí, mañana ya no. Muy trascendental, y muy ambicioso cuando quiere uno abordarlo desde la perspectiva de la creatividad. Lo cual es legítimo, desde luego, pero a mayores pretensiones, mayores exigencias. Y es que viendo Windows piensa uno, porque lo incitan, en los sueños, sueños son de Calderón, o en el Sunset Boulevard de Wilder si renunciamos a la filosofía existencial y nos centramos en la mundana y ególatra trascendencia, y aun con la mejor de las predisposiciones la propuesta de Escena Miriñaque se queda en la idea, el borrador, la intención, y poco más. Ni motiva ni suscita reflexión alguna. Ni emociona ni genera empatía. Todo resulta algo mecánico, artificial. Forzado. Como en fase creativa. Al final, un quiero, un pretendo, y no puedo. Apuntando hacia donde quieren ir, pero sin haber encontrado aún el cómo. Y así, acumulan momentos, fraseos, sentencias y alguna imagen sugerente, pero sin construir un relato compacto, ni personajes con los que identificarse y compartir su confusión existencial, que tarde o temprano será también la nuestra. No es un buen síntoma la indiferencia.
Dirección y creación: Blanca Del Barrio
Autor: Blanca Del Barrio
Intérpretes: Esther Velategui y Eva Sanz
Teatro: Teatre del mar
Javier Matesanz
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