Vivir es fácil con los ojos cerrados

Tengo que reconocer que me costó entrar en esta historia de historias ambientada en las España cateta de los 60, que arranca tomándose su tiempo (quizá demasiado), tardé en empatizar con esos personajes tibios, rebeldes de baja intensidad, que confluyen en la aventura con mochilas muy distintas: un profesor de inglés obsesionado con conocer a John Lennon (bien Javier Cámara); una chica humilde, embarazada prematuramente (convincente Natalia de Molina), y un adolescente (Francesc Colomer, de Pa negre), proyecto de chico ye-yé, que se fuga de casa sin motivos de peso – al menos a tenor de lo que se nos muestra. Cogida con alfileres avanza la trama, y esos tres personajes van adquiriendo matices, crecen con la ayuda de los secundarios (destaca Fontseré) y acaban formando un triángulo entre simpático y entrañable. Es cierto que la línea argumental del chaval cojea y que en su esfuerzo por plasmar la podredumbre del tardofranquismo David Trueba recurre a la caricatura (esos aborígenes asilvestrados) y a una especie de hiperrealismo forzado (los niños pobres, que parecen sacados de Marcelino, pan y vino); pero con todos sus defectos, Vivir es fácil con los ojos cerrados (versos del tema Strawberry fields forever, de los Beatles) me parece una película digna, con momentos de gran belleza, y un homenaje a la esperanza y al Lennon que imaginó un mundo mejor.