En cada persona hay una película. En cada vida una historia que contar. Y no siempre del todo original, aunque Tolstoi sentenciara que “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. Pues bien, y no es por contradecir al maestro, pero Una vida no tan simple es algo así como un fragmento existencial triste y cotidiano en clave familiar, y en muchos momentos he tenido la sensación de haber sido infeliz a su manera, o ellos a la mía, si antepongo mi realidad a su ficción. Y es que Félix Viscarret ha hecho cine verdad, casi neorrealista, sin demasiados aditivos, sin filtros ni recursos impostados que potencien el drama o estimulen la empatía, y ha conseguido retratar una realidad social y emocional que va a dejar a más de uno clavado en la butaca. Mirando la pantalla como a un espejo. E intentando desbrozar lo visto para quedarse con la esencia, esta vez sí, cada uno con la suya, de ese momento, de ese impulso, de ese sueño frustrado que ya caducó, de ese proyecto tozudo que ya no procede y nos tapona la vida que debería seguir y fluir, y que a veces se marchita justo delante de nuestros ojos por no saber mirarla. Y todo eso con una película sencilla en extremo, pero no tan simple. Hay que saber hacerla, y la han hecho bien. Aunque el tono quedo y susurrante de los dos protagonistas masculinos resulte algo monótono a ratos, y adormezca el ritmo dramático. Pero el conjunto invita a pensar y repensar. Un magnífico bagaje para un film que podemos protagonizar todos a diario.
Director y guionista: Félix Viscarret
Intérpretes: Miki Esparbé, Alex García, Ana Polvorosa, Julián Villagrán, Ramón Barea.
Javier Matesanz
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