Nadie debe recordar, y es lógico (lo preocupante es que yo sí), una película insignificante de finales de los 80 titulada Escúchame (Listen to me), con un incipiente Kirk Cameron (Los problemas crecen), que se quedó en incipiente precisamente por películas como ésta. Pero en fin, la cuestión es que los tiros de Una razón brillante (Le brio) van por ahí. Tanto que parece una versión actualizada de aquel film. Adaptada a los nuevos tiempos y controversias sociales: racismo, clasismo, islamofobia, etc. Un relato dedicado al arte de la oratoria y el poder de persuasión de la palabra (“lo importante es tener razón, y no que nuestros argumentos se ajusten a la verdad”, reza uno de los principales argumentos teóricos de Schopenhauer sobre la Oratoria). Y todo ello en un contexto universitario idéntico en ambas películas. Aunque a Yvan Attal no le ha costado nada superar a su referente (tal vez ni lo conozca) con un guión bien construido, algo previsible pero incisivo, hiriente, ofensivo a ratos por exigencias de la historia, pero capaz de instalar el relato en la senda de la crónica social crítica. Una opción genérica que le aporta un indudable interés, reforzado por el tándem Daniel Auteuil- Camélia Jordana (ganadora del César a la mejor actriz revelación en Francia), que libran un pulso dialéctico e interpretativo sin claro vencedor. Ora tierno, ora grosero. A ratos cómplice, después agresivo. Siempre estimulante. Y aunque la estructura y el desarrollo resulten algo convencionales, sustentados en el contraste cultural y generacional de maestro y discípula, lo cierto es que un giro final inesperado hace que se esquive el cliché emocional y el topicazo argumental que se cierne sobre la película durante la hora y media de su ajustado metraje. Y se agradece. Aunque el innecesario y breve epílogo sea otra redundancia que el film podría haber evitado.
Javier Matesanz
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