Es curioso lo que está consiguiendo Danny Boom: instaurar en su país algo así como el símil francés de lo que fue la denostada españolada. Se está convirtiendo en un remedo galo de lo que Landa fue para nosotros en los setenta, pero con menos gracia todavía, que ya es decir. Aunque él lo hace en modo Juan Palomo, me lo guiso y me lo como; pues escribe, dirige e interpreta sus chorradas. Y ya son muchas. Demasiadas. La cuestión es: ¿Por qué nos llegan? ¿Acaso se estrenó en Francia Fuga de cerebros 2? Pues aquí sí Nada que declarar, El supercondríaco, Manual de un tacaño y, ahora, Una policía en apuros. Insisto, ¿por qué?
A mitad de camino entre las locas academias americanas de policía y el insigne bufón clásico que fue el inspector Clouseau, Una policía en apuros se queda en colección de chistes fáciles (y machistas, aunque jueguen a girar la tortilla), que apenas consiguen provocar alguna que otra sonrisa en hora y media. Eso sí, los franceses invierten en su cine, aunque sea de tan baja estofa, y la acción y la explosión de la cinta lucen mucho mejor que en esas bobadas que también nosotros seguimos produciendo, como la reciente Cuerpo de élite que, por cierto, me jugaría un diente a que tampoco se ha estrenado allende los Pirineos. Ni falta que hace, desde luego.
Así, presenciamos el tozudo entrenamiento de una policía incompetente y torpona que aspira a entrar en los cuerpos especiales franceses, y como si de conseguir su chaqueta metálica se tratara (leer la comparativa, por favor, con mucha ironía), perseverará a pesar de las injusticias y abusos de sus compañeros, que quieren dormir con ella (sic), pero no ven con buenos ojos que quiera ser un Swat o un GEO o un R.A.I.D en Francia, pues así se llama el original. Nombre de insecticida por estos lares, si se me permite un chascarrillo tan malo como el film para ir acabando.
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