Un teatro que se integra en la vida, y busca, propicia, que la vida se integre en el teatro. Literalmente. Una iniciativa experimental que saca a los actores a la calle a interactuar, a pasear, mirar, contemplar el entorno urbano, y que observados por quienes somos su público, pertrechados con auriculares para disfrutar el audio en exclusiva, hacen que quien por allí pasaba se convierta en involuntario coprotagonista no del relato sino del fragmento de realidad interferido. Todo en clave neorrealista. Y digo neo y no solo realista porque algo del cine italiano de los 40 tiene la propuesta. Observar sin adulterar. La vida tal cual, sin maquillajes, sin escenografía, sin vestuarios teatralizantes, solo verdad. Aunque condicionada por ciertas pautas de comportamiento y algunos textos – escritos, hablados, incluso cantados o rapeados- que encauzan argumentalmente el espectáculo. Pero con intenciones más poéticas que informativas, más evocadoras que explicativas. Y la curiosidad fue francamente interesante. Y entretenida. Divertida a ratos, aunque eso dependerá del día. De la suerte que haya con las espontaneidad del peatón interpelado. En Sineu, en el marco del festival Ciclop, el resultado fue por momentos delirante, con ciclista alemanes haciendo de la plaza una rotonda o con una solicita y encantadora vecina intentando ayudar, más allá de lo necesario, a dos actores “ciegos” que no, señora, que no querían ir a ningún bar. Sigue habiendo gente maravillosa, qué suerte. Y el teatro nos ayudó a conocer algunos, mientras reflexionaba sobre cuestiones existenciales, sobre nuestras raíces, nuestros sueños, nuestros miedos, y también los recuerdos. La vida, insisto.
Todo puesto en escena con un convincente naturalismo brindado por nueve actores. Cuatro italianos de la compañías Dérézo y Della Quarta, y cinco del Grup de Recerca ESADIB.
Els vostres comentaris