Es iraní, no habla nuestro idioma (ninguno de ellos), no vive ni ha vivido en España, y no conoce nuestra cultura en profundidad. ¿Cómo ha podido escribir y dirigir Asghar Farhadi una película tan arraigadamente española como Todos lo saben? Tan profunda y tan rotunda, emocional y culturalmente. Un retrato preciso y realista de la idiosincrasia rural hispana, de nuestros endemismos, de nuestras costumbres, de la intrahistoria. Y sí, sabíamos de lo que era capaz, porque A propósito de Elly y Nader y Simin, una separación son eso y más. Fascinantes. Pero en su Irán natal, impregnadas de la esencia persa, de lo que el mamó y vivió. Hacerlo aquí ha sido una lección magistral. La evidencia de que el cine, el arte de contar historias no tiene fronteras, y que es un lenguaje universal, que puede universalizar también sus personajes. Y si un día nos hizo empatizar con los persas, hoy nos ha regalado un film tan español como el que más, donde ha desplegado su enorme capacidad para manejar el drama en las distancias cortas, para controlar las pulsaciones del relato, del casi thriller, hasta sus límites más arriesgados, pero sin caer en la arritmia, ni perder el control y ceder ante los estereotipos, cuando éstos son ya casi una necesidad de la lógica narrativa. Y no, no lo hace. No hay concesiones, y los lugares comunes son abordados con naturalidad y sin subrayados. Porque la vida está llena de ellos. Y así la intriga nos absorbe, por pura proximidad nos afecta, y nos perturba. Que inquietante la España profunda (cualquier profundidad lo es) donde los odios, las envidias, los resentimientos palpitan tan próximos a nosotros como las lealtades, las amistades o el amor. Y así nos lo transmiten con su convincente trabajo unos actores que nunca antes han estado mejor, y que consiguen ser y no hacer sus personajes. Notables todos.
Javier Matesanz
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