No sé cómo afrontar este artículo sin hacer spoilers, refrenando las ganas que tengo por pura admiración de compartir algunas de sus propuestas. Y es que solo Marta Barceló es capaz de construir relatos íntimos, sinceros, auténticos, realistas, casi testimoniales, y desde la verdad resultar a la vez imaginativa y sorprendente. Imprevisible. Sin desmerecer, desde luego, las más que notables interpretaciones y una puesta en escena elegante, sobria y eficaz, al servicio siempre de la palabra, que acaban por conformar un bellísimo espectáculo, que escapa de todo efectismo para apelar a los sentimientos más puros. Lo cual es una maravillosa contradicción emocional, dado su argumento, aunque no puedo decirles porqué. Y mientras aplaudía, no pude evitar pensar en que esta historia le encantaría al incipiente León de Aranoa de “Familia”, cuya inspiración transita lugares colindantes a los que suele visitar Barceló. Pero tampoco iré por ahí, porque vuelve a ser terreno minado de spoilers.
Con naturalidad, con humor, sin tabús, con la ternura como arma emocional y la observación como modus operandi creativo, Barceló consigue siempre hacernos partícipes de historias personales que parecen sencillas, pero que entrañan esos dilemas que en un momento u otro condicionan nuestras vidas, y que por ello, en primera o tercera persona, a todos nos atañen y emocionan. Y “Tocar mare” se les clavará en el corazón, lo vean como padres o como hijos.
Nota: Hace algunas semanas dije que el Gegant de Bernat Molina era el montaje más conmovedor del año. Era 2022. Acabamos de empezar el 23, pero ya tenemos candidata: “Tocar mare” de Marta Barceló.
Autoría: Marta Barceló
Dirección: Jordi Casanovas
Intérpretes: Lluïsa Castell y Georgina Latre.
Teatro: Teatre Principal de Palma
Javier Matesanz
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