Bonito homenaje y presunta despedida. Hecha a medida, esta película debería significar la jubilación de la leyenda que es Robert Redford, aunque no suelen ser muy cumplidores con este tipo de promesas. Tras idéntico anuncio hace ya diez años en la presentación de la no menos crepuscular Gran Torino, en breve podremos asistir al estreno de Mula de Clint Eastwood, quien lleva una década retirado y un puñado más de películas en su haber desde entonces. Pero bien, anécdotas aparte, sea o no la última, el protagonista de Dos hombres y un destino no será recordado por The old man & the gun, que por algún extraño motivo no se ha traducido. Tal vez porque rima.
La película es un tributo indisimulado al actor, que ocupa la pantalla en un noventa por ciento del metraje, y la mantiene viva a base de un carisma ganado a base de décadas de buen trabajo y una filmografía impresionante, pero que deja en evidencia lo endeble del relato que lo contextualiza, y que apenas se sostendría sin su rotunda y venerable presencia, que lejos de maquillar los estragos del tiempo los muestra con orgullo y hace de ellos la razón de ser del personaje y del intérprete, que hace literalmente un repaso a su biografía desempolvando su book de fotos y recuperando, incluso, algunos fotogramas de juventud. Y el conjunto es agradable, melancólico, tierno y entretenido, aunque irrelevante y falto de ritmo e intensidad, de verdadera pegada en la propuesta. Sobre todo en el fragmentado y perezoso tramo final. Una estrategia inteligente y cómoda para abandonar los escenarios (los platos) en lo más alto y brindando hasta el final la sonrisa que le convirtió en icono del deseo y el buen cine.
En cualquier caso, ya lo he dicho, soy incrédulo en cuestión de despedidas, pues igual que le pasa al personaje, cuando algo te apasiona es muy difícil dejarlo, y nadie duda de que Redfort es puro cine.
Javier Matesanz
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