¿Qué es The Hole? Un potpurrí descarado y gamberro que aúna cabaret, circo, performance, club de la comedia, erotismo grosero y sensualidad pasada de vueltas, y colateralmente algunos sucintos y aislados recursos más convencionales de teatro, de danza y de musical al uso con flirteos de capela. Un espectáculo desmadrado, multidisciplinar y trufado de sarcástica contemporaneidad mediática, que brinda los chistes más celebrados por un público entregado al elogio del chascarrillo, y que se lo pasa bomba con un cóctel que tampoco se preocupa mucho por la coherencia global del presunto argumento: una fiesta golfa y sin reglas en una mansión bajo carpa para pasar una velada inolvidable en “el agujero”. Claro que luego nada tiene que ver la fiesta con los números acrobáticos o de saltimbanquis que se suceden, y que no son sino una muestrario circense de desiguales exhibiciones de contorsionismo y vertiginoso postureo aéreo. Eso sí, con poca o nada de ropa para jolgorio del respetable. Y más intensos y mejores, por cierto, en la primera que en la segunda parte.
Quequé fue el maestro de ceremonias (la Terremoto de Alcorcón se alterna con él y no coincidió con nosotros), y lo cierto es que tiene oficio, gracia y locuacidad suficientes como para resultar convincente en funciones de conductor de un show fluido, que cuando se atascó nunca fue su responsabilidad, sino la de un guion algo forzado y reiterativo en su obsesión por involucrar a un público continuamente interpelado con una picaresca algo casposa, pero que sin duda resultaba cómicamente eficaz.
En su intención de ofrecer “algo más” que un espectáculo, The Hole propone también bajo su carpa, tanto en el descanso como al finalizar la velada escénica, un espacio de baile y copas donde pinchan algunos de sus protagonistas, mientras el resto se codea en la barra con los espectadores más entregados.
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