Jugar. Eso es hacer teatro. En inglés, lengua de Shakespeare, una obra de teatro es una “play theatre”. Y Manipulats lo ha hecho, jugar, y de qué manera tan divertida, entretenida y emotiva. Casi mágica, pues mientras los niños quedaban abstraídos, casi hipnotizados por el poder cautivador de la propuesta escénica, muy visual y rítmica, los mayores viajábamos en el tiempo y nos dábamos un saludable baño nostálgico de juventud, espabilando a ese Peter Pan interior y anquilosado del que muchos nos estamos olvidando. Qué bonito, tierno y auténtico es el espectáculo. Honesto. Sin trampas. Son dos adultos y no lo disimulan. Pero juegan como niños. A los juegos de antes, que son los de ahora, si sacamos las pantallas de la ecuación. Y ellos lo hacen. De hecho, solo las usan para recuperar más juegos de antaño, que nos llegan proyectados: trenes eléctricos, peonzas, aros, parchises o rayuelas. Y todo ello sin un argumento concreto, sin demasiados diálogos, entendiéndose por pura dinámica lúdica, diversión por intuición, que es el lenguaje universal de los niños. Pero todo ello, eso sí, con una enorme precisión escénica, fruto de un trabajo exigente y más pensado de lo que su frescura pueda sugerir, y muy bien ejecutado por dos intérpretes versados en formas circenses, que comunican más con el gesto y el movimiento que con la palabra, porque la diversión salta a la vista. Y uno sale con unas ganas locas de seguir jugando. Y no hablo solo de los niños.
Título: Téntol
Dirección: Biel Jordà
Intérpretes: Mateu Canyelles i Griselda Juncá.
Espai: Sala Petita (Teatre Principal)
Javier Matesanz
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