Hacía tiempo que no veía un ‘chico conoce a chica’ tan estimulante, tan distinto a lo que el cine nos tiene acostumbrados. Stockholm es la cita imperfecta, la conjunción de cientos de partidas de póker donde dos potenciales amantes libran su duelo en base a unos códigos que, aun habiendo sido explorados millones de veces, nos siguen confundiendo. Una comedia ligera en su planteamiento que va girando sobre si misma hasta que cambia, radicalmente, de registro, y nos pone ante retrato incómodo hecho de miedos y desvergüenzas.
Rodrigo Sorogoyen – que codirigió la irregular 8 citas – ha firmado una película prácticamente redonda, de esas que acaban adquiriendo la etiqueta ‘de culto’, y lo ha hecho partiendo de arquetipos y clichés, retorciendo tópicos, para luego destrozarlos. De un insistente, y a ratos cargante, juego de seducción, pasamos a una sugerente dialéctica que golpea sin compasión, bien porque nos veamos reflejados, bien por la empatía que nos genere el personaje de ‘ella’ – maravillosa Aura Garrido neutralizando a un correcto Javier Pereira – o por ambas razones.
Estamos ante una cinta sorprendente en casi todos los aspectos; fotografiada con talento (esos blancos diurnos…) precisa en el ritmo, brutal en el mensaje y conmovedora en su conjunto. Una joya.
A mi me ha encantado. Pero reconozcamos que es una película complicada. La prueba está en que a algunas personas a las que se la he recomendado luego no les ha gustado. Y puedo entenderlo, pues se trata de un film muy duro cuyo guión es de dificil digestión. Además, su ritmo pausado quizá escandalice a muchos.
Pero insisto, a mi me encantó y, dentro de mi criterio, se trata de una de las mejores pelis con la que me he topado últimamente.