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St. Vincent

St. Vincent

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No sé cuándo se convirtió Bill Murray en ese gran actor dramático que hace reír con un simple gesto, con la mínima expresión de su extraña cara. Quizá siempre lo fue, pero ¿ya se le valoraba en Cazafantasmas? ¿O fue en Atrapado en el tiempo dónde le descubrimos como un colosal intérprete?
El caso es que desde que entonces ya no podemos prescindir de él. Ni nosotros, ni Wes Anderson, por ejemplo, quien le ha dirigido en siete películas. Con el director de Moonrise Kingdom, Murray ha ampliado gestos, recursos, registros y con o sin él ha ido perfeccionando el manejo del humor melancólico, su semblante de eterno y entrañable perdedor al que es imposible no querer.
El Murray que nos regala Theodore Melfi (que debuta en el largometraje y hasta ahora se había dedicado a producir) es el más histriónico de los últimos años, el más pasado de rosca, pero un así hay escenas en que nos recuerda al de Lost in traslation (Sofía Coppola) o Flores Rotas (Jim Jarmush); podríamos decir que su papel es un compendio de su vertiente más nostálgica, chapliniana, salpicado de bastantes picos de hiperactuación (hasta se atreve a bailar, y de qué manera!). Y todo para interpretar al tal Vincent, un viejo egoísta y cascarrabias – al estilo del señor Schmidt que construyó Alexander Payne con Jack Nicholson –, bebedor y aficionado a las prostitutas (a una en concreto); un hombre con una mochila enorme que traba amistad con un chaval (Jaeden Lieberher ha sido todo un hallazgo) mientras lidia con todos su problemas actuales, que no son pocos, empezado por el económico La cinta está entre la fábula humanista de mensaje facilón (una suerte de Cuento de Navidad dickensiano) y la comedia agridulce; y excepto el personaje de Naomi Watts, dibujado con brocha gorda, el resto mantiene un agradable equilibrio con el guión. La cuestión es que la historia entra bien desde el inicio, apenas tiene lagunas reseñables en su evolución, no llega a caer en la cursilería – pese a que hay alguna subtrama que se presta a ello – y tiene destellos interesantes. Pero lo que realmente la hace recomendable, es que el Mr. Murray es omnipresente, y eso es un lujo.

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