Entre el cine social y en crudo de los Dardenne y el relato picaresco y de supervivencia que nos ofrecía Christophe Ruggia en Los diablos se mueve Sister.
Estamos ante una suerte de retrato contemporáneo de la Suiza que no sale en las postales, donde el bienestar que los acomodados usuarios de las pistas de esquí se mezcla con el día a día de la clase obrera – fresco colectivo – y el de un chaval (convincente Kacey Mottet Klein) de doce años – drama individual – que roba y trapichea para poder vivir y pasarle algo de dinero a su caótica e irresponsable hermana mayor – interpretada por una Léa Seydoux (La vida de Adéle) a la que se le echa de menos cuando no está en pantalla -.
Dura, más expositiva que denunciante, la peli adecua la planificación, el ritmo y la fotografía a la aspereza de la historia; tiene momentos de ternura, alguno conmovedor, destila cierta belleza y resulta relativamente reveladora, pero también momentos que se hacen demasiado largos y que le restan eficacia a la trama. Además, el giro argumental del último tramo no llegué a creérmelo.
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