En nada se parecen, en principio, las cualidades, las voces y los estilos de Serrat y de Sabina. Ni su público era el mismo y, si me apuras, tampoco el idioma. Improbable era pues la combinación, pero la alquimia es lo que tiene, y donde no hay obra milagros de la combinatoria como ya dejaron claro estos dos cantautores con su primer y exitoso trabajo juntos, “Dos pájaros de un tiro”, que ahora ya por inercia y con un segundo álbum-gira en común: “Dos pájaros contraatacan” – ‘La orquesta del Titanic’ es ya todo un acontecimiento musical. Y merecido debo decir, porque pasean un buen show, entretenido, desenfadado, variado y popular, que aunque no llenó el Palma Arena (tres cuartos largos), al menos neutralizó su terrible acústica a base de empeño, complicidad, oficio y una concienzuda combinación de nostalgia y novedad que sedujo al público y lo abstrajo de las deficiencias acústicas.
Los éxitos de siempre no faltan. Los alternan y los combinan. Y envuelven temas nuevos con menos pegada, que los artistas nos venden a golpe de simpatía y broma, de humor íntimo a la vez que gamberro, maquillados por un montaje escénico notable pero sin grandes sorpresas, más vistoso que otra cosa, pero festivo y eficaz. Con divertidas transiciones audiovisuales animadas y con buenos músicos, como siempre, que garantizan los mínimos de un espectáculo que toca techo con los clásicos y, pese a sus tres generosas horas de duración, no cansa.
Y el secreto, profesionalidad y vetustos talentos a parte, es que ellos disfrutan y lo saben contagiar. Van sobrados sobre el escenario, teatralizan con la espontaneidad de dos actores televisivos, se marcan sus monólogos, sus chistes, y cantan y bailan (?) a su antojo, sin complejos, miramientos ni compromisos. Sabina hasta se marca varias canciones en catalán. Y es que están como en casa, y nos invitan a pasar. Un lujo, sin duda.
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