Todos los hombres del presidente, Los papeles del pentágono, la reciente La espía roja o los Secretos de Estado que nos ocupan; los escándalos políticos son casi un género cinematográfico en sí mismos. Y ya sea en formato de drama judicial o de laberinto burocrático colindante con el thriller, la gran mayoría se inspiran en hechos reales, lo cual les añade un plus de interés morboso y de indignación social, pues al final las víctimas somos nosotros. Siempre nosotros. Y el nuevo film de Gavin Hood (oscarizado por la magnífica Tsotsi, pero reconocido por Espías desde el cielo) no es una excepción, y es especialmente hiriente, molesto, porque habla de aquellas infaustas armas de destrucción masiva que nos llevaron a la guerra entre mentiras pese al “No a la guerra”. ¿Dormirá tranquilo el señor Aznar? Seguro que sí, porque la muerte no pesa igual en todas las conciencias. Pero aquí son sus colegas George Bush Jr., y Tony Blair los protas dela ignominia. O al menos el contrapeso lesivo del protagonismo, que en realidad recae sobre la mujer que denunció a su Gobierno por mentir al pueblo y se arriesgó a ser juzgada por traición, pero ganó. Se llama Katharine Gun, en pantalla con el aspecto y el ímpetu de una notable Keira Knightley, convincentemente vulnerable y comprometida. Una heroína que no pudo parar la guerra, pero lo intentó. Y sí, sabemos que no todo es blanco o negro, y que más de una secuencia del film resultará maniquea, pero la balanza de la manipulación y el engaño sigue cayendo del lado oficial, así que no está mal de vez en cuando reconocer a quienes saben que solo pueden perder, pero aun así alzan la voz.
Y hablando de cine, la película es más que correcta y convincente. Tal vez algo parca visualmente, apostando por el documento realista. Pero es un buen film.
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