No es solo un recital. Núria Espert con un extracto del poemario lorquiano y siete butacas teatrales en escena. Poco más, pero mucho teatro, mucha poesía, mucha emoción y belleza. Porque la diva catalana, con las justas pautas de Lluís Pasqual, habla por boca de Lorca, lo recita y lo cita; pero también en primera persona, e incluso concitando a amigos y colaboradores de la talla de Alberti, que insomne hablaba con el desaparecido poeta (sic). Un gozo sencillo e intenso, que nos regala versos, anécdotas e incluso enseñanzas, pues algo tiene de didáctico el espectáculo. Una hora de pena y soledad gitana, de esa España que defendió Lorca porque la amó, y nos hizo amarla, y que hoy más que nunca es reivindicada y admirada. La de los desheredados, la de los perdedores, la de los olvidados o marginados, que tanto tenía y tiene que enseñarnos. Y todo ello con la elegancia y la voz cargada de matices de la inagotable y admirablemente enérgica actriz, que ha hecho suyas innumerables veces las voces de Lorca, y las comparte ya con la naturalidad de quien las considera de algún modo también suyas.
Javier Matesanz
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