Aunque no pueda desvincularse de la serie, lo cierto es que “[REC]3” no es una precuela al uso. Paco Plaza, ahora en solitario, aunque la sombra de Balagueró es alargada desde la producción creativa, se las ha ingeniado para repetir la película, pero haciendo algo distinto. Ser fiel a la franquicia, pero vulnerarla a su vez en su leitmotiv formal y en sus rigurosos y truculentos contenidos. Así, más que un film de terror, la película se convierte en un thriller terrorífico, que no apuesta tanto por el miedo como por la violencia, el ritmo tenso e intenso y las inevitables pero bien dosificadas salpicaduras de gore. Incluye además un recurso inédito hasta la fecha en la saga, el humor. Algo estrafalario, incluso. Y hasta sardónico. Pero el cambio más radical, la ruptura definitiva con sus precedentes, es el abandono del punto de vista único de la videocámara. Ese terror subjetivo que caracterizó las dos primeras entregas y dotó las películas de una personalidad tan inquietante como cercana, que implicaba al público en sus aterradoras distancias cortas. Pero Plaza no vulnera esta opción narrativa de sopetón, y la convierte casi en un giro argumental. En una sorpresa que divide la película en dos. Una primera parte con estética de video hortera de boda, alternándose con imágenes amateurs de cámara doméstica; y, tras una caótica, desconcertante y formidable explosión de violencia y horror colectivo, una segunda y definitiva parte rodada en un eficaz y vibrante formato convencional, que libra la cinta de ataduras y esclavitudes formales, y le permite centrarse en lo que toca: un carrusel de muertes, mutilaciones, mordiscos y otras lindezas del género, hasta desembocar en un final de traca. Un auténtico regalo para los adeptos más voraces y exigentes del género. Pura adrenalina sangrienta. Entretenimiento salvaje. La boda soñada por Dario Argento.
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