REC 4

Me gustan las películas de “Rec”. La primera entrega, dirigida por Jaume Balagueró y Paco Plaza, me pareció sublime, aunque siempre dije que iba más allá de la cinematografía, pues parecía concebida como si se tratase de una excelente atracción de feria. El tema es que funcionó, arrasó en taquilla, obtuvo importantes premios, acabó de poner en el mapa a sus máximos representantes, etc. La segunda creo que es la más floja de la saga, mientras que la tercera es un divertimento gore altamente recomendable. Y yo debo ser el único ser humano (o infectado) que se atreve a defender Quarentine 2: terminal (2011), aquella correcta secuela del bochornoso remake americano que, pretendiendo ir un poco más allá, situaba la acción en un medio diferente al terrestre, concretamente en un avión. Pues bien, esta cuarta entrega oficial, dirigida por Balagueró en solitario, transcurre (quizá por aquello de “tocar todos los palos”) en el mar, en un barco. Excelente me parece, pues pensar en un navío lleno de zombies (o infectados) navegando por el océano es una idea que me provoca pesadillas. Aunque ojo, la película contiene buenos sustos pero no se trata propiamente de un film de terror. Más bien debe considerarse como una cinta de acción con la que se demuestra que en España pueden filmarse propuestas de mamporros sin caer en el ridículo. No es la primera vez que Balagueró nos muestra su talento, es sin duda uno de esos cineastas a los que seguir y tener en cuenta.

Tras su ausencia en la tercera parte, Manuela Velasco vuelve a protagonizar la función en un papel que recupera ese espíritu que tenían las heroínas habituales en las décadas pasadas. Velasco lo borda, y es que no es imposible imaginar a otra actriz dando vida a Ángela Vidal. [·REC] 4 además nos da la oportunidad de disfrutar de dos buenos actores que tristemente se prodigan poco en el cine: la veterana María Alfonsa Rosso y Críspulo Cabezas, que pese a haber trabajado con Fernando León de Aranoa, Mateo Gil o Kike Maíllo parece no poder despegar al 100%, y es una verdadera pena.