La inmortalidad de Polichinela es uno de los mitos de la Commedia de dell’arte, y forma parte de la galería de clásicos del teatro, ya sean en carne y hueso, de trapo, pasta o cualquier otro material; y para la ocasión Matija Solce del Teatro Matita lo minimiza y lo lleva casi a su condición de objeto, aunque manipulado como títere de guante, y acompañado de toda una colección de imaginativos personajes/cosa. Todo para jugar con los niños, que deben poner mucho de su parte para que este esquemático ejercicio se convierta en espectáculo. Un arriesgado planteamiento, pues si no seduces al público te quedas solo y sin mucho que contar ni cantar. Algo que no llegó a pasar en la función del Patio de la Misericordia, pero casi, pues la excesiva distancia que imponía el escenario entre marionetas y niños enfrío la relación y solo la experiencia y buen hacer del artista esloveno consiguió que remontase. Y es que se trata de una obra minimalista y pequeña, con objetos miniaturizados, a excepción del monstruo acordeón, y la proximidad es muy necesaria para empatizar con el relato, que es algo más que delicado, por no decir difícil para los niños, pues incluye preguntas como: “¿sabéis que todos vamos a morir, verdad? Pues Pulcinella no”. Por eso, y para atenuar, el manipulador alterna texto, onomatopeyas y tarantelas con estribillos participativos en todo momento, pues un bajón en la atención podría resultar fatal. Algo que también evita la acertada brevedad de una propuesta que tiene más improvisación que construcción de guión. Por cierto, los mejores momentos los aportaban, como suele pasar, los niños en sus respuesta: ¿Qué pasa cuando muere un muñeco?, preguntó el actor. “Se convierte en zombi” espetó un espectador de apenas 4 o 5 años. ¡Qué miedo!
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