Pionera en el Madrid de los años 80 de los Talleres de escritura creativa, Clara Obligado (Buenos Aires, Argentina, 1950) maneja su escritura desde el precepto de la brevedad y la concisión, intentando armar tramas a través de personajes y acciones que se entrecruzan enrevesadamente. Y en Petrarca para viajeros insiste en esta manera de hacer con un resultado redondo.
Todo arranca en la estación ferroviaria de Angouleme, donde Andrés y Noa cruzan apenas una mirada y parten a periplos en el que ambos fantasearán con un improbable reencuentro. “Y, mientras el convoy se alejaba, iban desfilando ante los ojos del guardagujas las esquirlas de un mundo hecho pedazos”.
Él, no llega a los 20 años, en un Interrail iniciático, que no sabe bien a dónde le llevará. Ella, no llega a los 30, en luna de miel, de la que huirá como de una condena y que la empujará a una deriva degradante a la que se muestra incapaz de enfrentar por un exceso de acomodaticia desidia.
Ambos encarnan una Europa a la deriva, incapaz de afirmarse, de encontrar las respuestas necesarias –por incapacidad, por desgana, por desdén- que altiva y hosca desprecia y estigmatiza a quien considera ajeno, diferente; los albaneses hoy como los judíos antaño, el Sur como quincallería subalterna del Norte: “El tren se desliza a través de un paisaje de campos cuidadísimos en los que ya no se cosecha otra cosa que turismo”.
Así que ambos avanzan erráticos en sus periplos como en un caprichoso juego encadenado de expectativas, apariencias, casualidades, prejuicios y desencuentros que provocan nuevos encontronazos y que amparan su sentido en los versos de Petrarca que les acompañan: “Bendito sea el año, el punto, el día/ la estación, el lugar, el mes, la hora/ y el país, en el cual su encantadora/ mirada encadenó el alma mía”.
Editorial Pre-Textos, 152 páginas
13,00€. Ebook: No disponiblePrecio€
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