Inspiradas en las palabras centenarias de Pushkin, estas “Petites tragèdies” de Iguana resultan cuando menos inesperadas, por las formas y maneras teatrales empleadas para adaptarlas y representarlas, y por la desconcertante profusión de anacronismos, que tanto resultan divertidos como sorprendentes, unas veces ingeniosos y otras confusos. Algo que, bien mirado, podríamos aplicar al conjunto de un espectáculo de irregulares resultados. La diversidad genérica es la opción escogida para montar esta obra episódica, que para narrar sus cinco historias va desde el vodevil a la parodia, pasando por la caricatura carnavalesca y también el drama, e incluso con trazas de cine mudo en algún momento y canciones italianas marca de la casa. Una mixtura estimulante, pero arriesgada, y que no siempre funciona. Sobre todo cuando la contemporaneidad se impone a los orígenes más clásicos del referente literario, y el relato se lanza a derroteros más estrambóticos hablando de criogenización o de carreras de motos en algunos de los momentos menos interesantes y amanerados de la función. Y conste que nada tengo en contra de modernizar y versionar textos. Que Mozart y Salieri, por ejemplo, escuchen el Réquiem a través de unos cascos me ha parecido una idea fresca y divertida, además de brindarle a Molinet, sin voz, un momento interpretativo más que notable. De hecho, los tres intérpretes están bien, y nos brindan buenos momentos cómicos e incluso emotivos, aunque algunos fragmentos eran difíciles de defender.
Compañía: Iguana Teatre.
Dirección y dramaturgia: Pere Fullana.
Intérpretes: Rodo Gener, Carles Molinet y Marina Nicolau.
Teatro: Teatre del mar.
Javier Matesanz
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