El principal problema de Operación Camarón es ella misma y sus confusas ambiciones. La venden como la película cómica del momento y no lo es, aunque sea una comedia. Y a la vez, se toma a sí misma demasiado en serio cuando llevan la comedia policial al límite de la caricatura y la chorrada. Y al final no es ni una cosa ni la otra. Muy blanquita para flirtear con el cine negro, y poco idiota para querer serlo tanto. Es de todo un poco y apenas no convence en nada. No se deciden, no se atreven, y se quedan en terreno de nadie, que es el peor si uno quiere ser recordado o al menos llamar la atención. Toda su eficacia se acaba en el tráiler, que ya es decir, y encima no es del todo representativo del producto real, que tiene algunas aspiraciones más.
No todo es fallido en Operación Camarón, pero los aciertos se desaprovechan en aras de un conjunto simplón y convencional que no arriesga para no desviarse del camino comercial más trillado, que garantizará el éxito mínimo de la inercia menos exigente. Es una lástima, en este sentido, ver los destacables esfuerzos de Natalia de Molina o Carlos Librado “Nene” a merced de un guión imposible, y complementando dignamente el irregular protagonismo de un Julián López carente del carisma necesario para cargar con todo el proyecto.
Por lo demás, estamos ante lo que antes llamábamos una película de video para días de lluvia (o resaca), que tan pronto acaben ustedes de leer estas líneas habrán olvidado.
Javier Matesanz
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