A veces tenemos prejuicios. Teatralmente hablando es habitual minusvalorar los espectáculos destinados a un público vacacional, turístico. Y es cierto que abundan los tablaos de saldo y los shows de medio pelo, que según el día se cambian por un karaoke y apenas se nota. Pero no siempre es así, y resultaría muy injusto generalizar. El espectáculo Ohalá, que hasta el mes de octubre se representará en Son Amar, es notable en su conjunto, y contiene momentos realmente excepcionales.
Se trata de un montaje musical, que combina una mínima teatralización funcional y de corte onírico, con una sucesión de números circenses que evocan ese viaje fantástico que brota de un cuento de buenas noches. Y a partir de ahí la magia de las acrobacias, el ritmo desenfrenado de los saltimbanquis, las coreografías “submarinas” y todo tipo de sorpresas físicas y efectos visuales, hipnotizan a un público que queda atrapado no solo por el talento desplegado en escena, que es mucho y variado, sino por la escena en sí, que está a la altura de grandes montajes internacionales, con unas prestaciones escenográficas impresionantes, que no creo que ofrezca ningún otro teatro en las islas.
Y sí, el contexto es muy “guiri”, y las estrategias comerciales envuelven toda la experiencia, lo cual la encarece, pero nos guste o no ese modelo de negocio, puro show business, sería muy injusto no reconocer que el producto es realmente bueno.
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