Non-Stop es una película para disfrutar en caliente. Sin pararse a pensar demasiado en la historia ni en las motivaciones del conflicto o de la intriga. De hecho, el guión apenas se molesta en explicarlo. Una conversación aclaratoria justo antes del clímax, una reflexión sobre los fallos de la seguridad nacional yanqui, un enunciado paranoico de corte psico-patriótico, y a lo que íbamos, que es acción, tensión y explosión. ¿Para qué más? Ni lo pretende ni lo intenta. No es lo que le gusta a Jaume Collet-Serra. Un cineasta catalán afincado en Hollywood con una innegable habilidad para rodar intrigas de acción; para alargar el tempo narrativo ralentizando el ritmo visual sin que por ello se resienta la intensidad del relato. Lo demostró sobradamente en su anterior Sin identidad – también con Liam Neeson–, por ejemplo. Y así las cosas, el director se dedica a la forma más que al contenido; al cómo y no tanto al por qué. Se conforma con desenlaces efectistas e intrascendentes que poco importan en realidad si ha sido una montaña rusa la que nos ha llevado hasta ellos. Y Non-Stop – el título ya es toda una declaración de intenciones que nada tiene que ver con el argumento- es un caso paradigmático de este cine de consumo en modo “desconexión neuronal”, que no exige análisis alguno, sino dejarse llevar sin pensar. Ceder el control de nuestras sensaciones a la adrenalina y aparcar nuestra parte sapiens a las puertas de la sala. Poco más. El resto lo hace Liam Neeson, que para eso cobra y va sobrado de carisma. Y a nosotros nos toca confundirnos entre el pasaje del aeroplano siniestrado. Atónitos, nerviosos, asustados. Y compartir ventanilla o pasillo del patio de butacas aéreo con Julianne Moore, cuyo papel es poco más o menos como el nuestro, el de una mera espectadora, pero que siempre le da al film un toque de distinción.
Non-Stop
Director: Jaume Collet-Serra Intérpretes: Liam Neeson, Julianne Moore, Lupita Nyong’o.
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