La memoria, aunque más bien su ausencia, da para mucho como fuente argumental. La amnesia ha protagonizado todo tipo de películas; buenas, malas y de los más diversos géneros. Pero tantas vueltas se le ha dado ya al tema que, lejos de olvidársenos, tenemos ya una sensación perenne de déjà vu, de más de lo mismo, de esto ya me lo sé; y podría decirse incluso que el efecto desmemoria empieza a ser contraproducente. Y poco original. Un estereotipo sin muchas opciones para la sorpresa. Y así, para comentar un film como No confíes en nadie – cuyo título original Antes de irme a dormir es más sugerente y menos convencional, mejor, que la opción hispana-, es inevitable acudir a películas anteriores que por comparación o similitudes nos facilitarán su ubicación genérica precisa. Podríamos decir, por citar referentes conocidos y más o menos recientes, que entre la acción cruda y desorientada de Memento (Christopher Nolan, 2000) y la comedia cíclica de El día de la marmota (Harold Ramis, 1993), en la órbita del thriller psiquiátrico de Trance (Danny Boyle, 2013), se situaría este film de la ya preocupantemente insípida Nicole “cara de plástico” Kidman, carente de toda fuerza y entidad formal y dramática. Al menos la suficiente como para sobrecoger, o incluso perturbar, tal y como pretende con una única y no demasiado ingeniosa pirueta inesperada, que ofrece un giro in extremis que nos permitirá reconocerle al film el rol de entretenimiento eficaz, pero poco, muy poco más. Entre otras cosas, por la falta de personalidad y el ritmo cansino de una narración funcional y tan convencional como la de un pulcro telefilme fabricado en serie, cuando la historia exigía una atmósfera enfermiza que envolviera al espectador en una desesperación compartida con el personaje que hubiera impedido que nos quedáramos fuera de la pantalla y sin la más mínima empatía frente al drama.
No confíes en nadie
Dirección: Rowan Joffé Intérpretes: Nicole Kidman, Mark Strong, Colin Firth.
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