Nieve negra

Un paraje gélido y boscoso de la Patagonia, indómito; perros salvajes y hambrientos entre los árboles, como lobos, rastreando alimento bajo la nieve; una tormenta en ciernes, una familia de adolescentes con padre cazador, buscando un rastro, buscando una presa, y un disparo fantasmal con víctima mortal; ¿accidente? Algo nos indica que no. Y así da comienzo una pesadilla familiar que resurge del pasado con otra muerte en el presente. Así da comienzo Nieve negra. Coproducción hispano argentina, pero muy muy argentina, protagonizada nada menos que por el triunvirato Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia y Federico Luppi. ¿Se puede pedir más? Pues sí, porque tan formidables actores merecían un film más consistente, menos previsible y más convincente. Carencias todas ellas que en nada empañan sus notables trabajos, al servicio en cambio de un guión insuficiente, que tal vez lo sea más por la fragmentación estructural escogida por el director, que en su continuo vaivén temporal acaba por perder el ritmo. Y el film lo necesitaba, aunque no en forma de velocidad ni estridencia, sino de fluidez y soltura en la narración, que deviene densa, tensa e intensa, pero algo torpe y prefabricada. Lástima. Los ingredientes son de primera, pero cocinados con algo de indecisión, sin demasiada imaginación, ni visual ni formal, y con un cierto gusto por el innecesario subrayado emocional a base de constantes flashbacks explicativos. Y así el resultado final acaba por ser soso, cuando podría haber sido formidable.

Para el capítulo anecdótico (y absurdo) dejamos el tema de la cuota catalana – la Generalitat participa en la producción, según rezan los créditos-, que se salda con un extraño y risible pasaje en que tres adolescentes argentinos, perdidos en la más agreste y profunda de las comarcas patagónicas, se enzarzan en una acalorada y dramática discusión en catalán. Increíble pero cierto.