Un título así disuadiría a cualquier espectador con un mínimo de buen gusto, pero esta comedia merece una oportunidad. Es tonta, sí; y se desmadra además innecesaria y gratuitamente. Pero lo hace con un criterio de contención que resulta inconveniente, casi incongruente. ¿Para qué frenarse si propone el desenfreno? Pero precisamente eso le da un punto a contracorriente, inesperado, porque lo hace con cierto tacto ingenuo, casi tierno, con humor más allá del chiste malo y la grosería, que la hay, y mucha. Y así la cinta, entre mucho e indigesto material de derribo, llega a ser simpática más allá de las risotadas que pretende, y que apenas consigue. Pero el espectador se apalanca en la sonrisa, y se deja llevar por un tufillo moralista que, entre gansadas, y si no te lo tomas muy en serio, no incomoda. Es evidente, algo pusilánime y bastante conservador, pero no intenta imponer nada, ni ser aleccionador, ni convencer ni escandalizar. Todo a medias, en la zona tibia, y aunque no sea ni una gran historia ni un gran mensaje ni sus interpretaciones sean para recordar, lo cierto es que supera con creces a películas aún más bobas (a ratos ésta lo es bastante), que lucen títulos de la misma guisa. Y es que, al menos a mi, que no suelo ser su público ni espectador demasiado complaciente con este tipo de productos, los tres personajes protagonistas: tres histriones bobalicones en la línea payasa del augusto y sus dos contrapuntos, acabaron por caerme bien con todas sus absurdas y excesivas excentricidades. Y ya se sabe que uno a sus amigos nunca los ve tan feos.
En suma, no me atrevería a recomendar este film a cualquier paladar, y entendería los reproches de quienes sí atendieran mi recomendación y después no sintonizaran con esta comedia intrascendente y facilota; pero hay tonterías que caen en gracia, y a mi esta me parece graciosa.
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