El cine violento es algo así como un subgénero dentro del cine de acción, donde se priorizan las coreografías físicas e hipervitaminadas sobre cualquier atisbo de pretensión argumental. Los diálogos son meras excusas para propiciar la siguiente exhibición pugilística, por llamarlas de alguna manera, y aprovechando aquí que las secuencias de entrenamiento de este Monkey Man parecen inspirarse en las icónicas imágenes del clásico Rocky de Stallone. Pero a este film, debut en la dirección del actor Dev Patel, inolvidable Slumdog Millionaire, hay que reconocerle el esfuerzo de ir un poco más allá. No quiere quedarse en el mero thriller vengativo. Y para ello, su autor urde un discurso, más pretencioso que convincente, la verdad, con ciertas ínfulas de trascendencia ideológica, e incluso moral. Justicia social, con una pátina de misticismo budista, aplicada por una especie de Robin Hood hindú ávido de venganza familiar y con una fuerte conciencia de clase. Porque también se cuela en la cinta la crítica política, la denuncia de la corrupción y la opresión de las castas privilegiadas sobre los colectivos desfavorecidos, que aquí están representados esencialmente por una comunidad monacal transgénero. Pero resulta demasiado para tan poco. Se sugiere mucho y nada se concreta. La precipitación en el desarrollo es la tónica general del relato, que se queda en la superficie de todo conflicto sugerido. Y al final, la testosterona se hace cargo de la trama, y uno diría, siendo generoso, que mejor así, porque los momentos más relajados y reflexivos aburren, y en cambio resulta entretenido intentar enumerar las referencias evidentes en las escenas de lucha: Woo, Tarantino e incluso Bruce Lee. Palabras mayores para una película menor.
Título: Monkey Man.
Dirección: Dev Patel.
Intérpretes: Dev Patel, Sharito Copley, Pitobash.
Javier Matesanz
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