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Mindhunter

Mindhunter

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Mindhunter significa cazador de mentes. Y, solo por eso, uno ya levanta la ceja. Luego aparece el nombre de David Fincher en la lista de creadores y directores y a la primera ceja se le añade la otra. Y entonces uno lee sobre el argumento: dos agentes del FBI se dedican a entrevistar a los grandes asesinos (reales) en serie que todavía siguen con vida, para llevar a cabo un análisis exhaustivo de su comportamiento y personalidad, con el fin de publicar un estudio que ayude a otros agentes en otros casos. Y a los ojos se le suma la boca abierta. ¿Dónde?, es la siguiente pregunta. En Netflix. Diez capítulos de policías y asesinos hablando de investigaciones y asesinatos. (Casi) nada más. Porque acción hay más bien poca, porque las historias personales de los protagonistas están en un nivel muy por debajo de la línea argumental principal, porque los casos en los que colaboran los investigadores son casos secundarios y sirven para romper el ritmo de entrevista-conclusión, que es de lo que aparentemente se ocupa la serie. Todo eso, en apariencia. Porque (no queremos engañar a nadie), esto no es Seven, por mucho que la firme su creador. Es Zodiac. Aquí pesa la puesta en escena, pesan los primeros planos, los planos secuencia, la producción, la ambientación, los actores y, sobre todo, los diálogos, sus múltiples líneas de lectura y todos sus recovecos.

El cine de Fincher es cine negro de los años 40 y 50 hecho el siglo 21. Y Mindhunter no podía ser distinta. La ambientación, con un increíble trabajo de efectos especiales que no están ahí, pero sin los que sería imposible conseguirla, es una de las principales bazas de la acción. Nada ocurriría igual si la tecnología hubiera evolucionado como lo ha hecho en los últimos 10 años. Esto es una serie de guión y de personajes, con unos actores que demuestran que no hay nadie que se pueda encasillar con una sola etiqueta, que sus policías sueñan con las pistas del último caso que están investigando, que se sienten amenazados, que tienen celos de sus parejas, que fuman constantemente, beben hasta caer redondos, mantienen relaciones sexuales y se crecen hasta la vulgaridad cuando reciben halagos.

Mindhunter es una serie caleidoscópica en la que aparentemente no ocurre gran cosa, pero en la que cada capítulo soluciona tantos interrogantes como los abre para los siguientes, en la que su estructura lineal no significa que tenga una línea argumental sencilla y en la que el cine brilla más que en muchas películas. Por todos los dioses, si han llegado hasta aquí, no se la pierdan.

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