Marley es el documental autorizado por la familia del rey del reggae, y tiene toda la pinta de ser algo parecido al ‘definitivo’, básicamente porque se me antoja difícil de mejorar.
Estamos ante un icono indeleble, a la altura del ‘Che’ si hablamos de presencia en afiches, chapas y trapos. Una figura única, tan mística como mítica y, por si caso, mitificada.
Kevin McDonald (director de la interesante ‘El último rey de Escocia’) ha hecho un biopic musical, un drama y un divertimento al mismo tiempo; huyendo del panegírico, de la alabanza barata y del sentimentalismo. Elige a los testimonios idóneos y los mezcla a la perfección con las imágenes de archivo, y uno acaba la proyección con la sensación de que, en poco más de dos horas, ha repasado todo lo esencial de la vida de Bob Marley. Ahí está su infancia, sus inicios en la música, sus compañeros de The Wailers, sus giras inolvidables, una Jamaica convulsa, los rechazos que sufrió – por mestizo, por bastardo, por rastafari -, sus creencias, sus virtudes y sus defectos y, obviamente, su ascenso a los altares de la sociedad que le tocó vivir: las circunstancias y los hechos – un atentado incluido – que le convirtieron en una suerte de Mesías afroamericano, idolatrado en medio mundo, equiparable a Martín Luther King, Mandela o Muhammad Ali.
Da la impresión que nada esencial falta ni sobra en una cinta sobria pero conmovedora, muy completa pero extraordinariamente llevadera, brillante por momentos.
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