Este es un film que, sin tener más ambición que resultar un trepidante entretenimiento adolescente, consigue ser mucho más de lo que pretende. La primera parte ya resultó sorprendentemente estimulante y aunque el hilo dramático principal -24 tribunos, un solo superviviente- sea aparentemente el mismo, la intensidad de esta segunda entrega es muy superior. Francis Lawrence ofrece una adaptación mucho más sombría, más absorbente. Más adulta también e, incluso, levemente subversiva para estos tiempos de atrofia ideológica. Ya desde el principio, queda claro que los juegos de esta arena solo serán el macguffy para explicar esa llama de la rebeldía que involuntariamente ha encendido Katniss. Son esa revolución en ciernes y la intuición de quiénes deben ser sus artífices, que se nos van desvelando en flashes muy sutiles, las que mantienen vivo el interés del espectador adulto.
De hecho, la acción se hace esperar; el director se entretiene ora recreando minuciosamente la atmosfera lúgubre del distrito XII, ora en una exhibición barroca y casi gatsbiana de las fiestas de la Corte de Snow. Solo será al cabo de una hora cuando los tribunos penetren en la arena, que esta vez cobra la forma húmeda y agobiante de jungla tropical. Pero, a partir de ahí, ni el adolescente más hormonado saldrá decepcionado de esa formidable performance que son los juegos, esa lucha esencial por la supervivencia, que en esta ocasión es menos sangrante pero más tecnológica que la primera, con algunos guiños al Show de Truman. Katniss despliega de nuevo esa mezcla de destreza mortífera y de inquebrantable humanidad, mientras se debate, indecisa, en su personal triángulo amoroso.
Y es que el film vale la pena aunque solo sea por la oscarizada Jennifer Lawrence (la maravillosa Ree Dolly de Winters Bones), sobre la que se apoya toda la arquitectura del guión. Katniss, heroína a su pesar, resulta interesante no solo porque la interprete Lawrence sino por la singularidad de ese personaje femenino, solitario y carismático casi sin quererlo y que no tiene equivalente en otros referentes cinematográficos para teenagers como la correctita Hermione de la saga Potter o la insulsa y crepuscular Bella-Swan-Cullen. Los secundarios son como siempre competentes, aunque siga brillando con luz propia Woody Harrelson (que interpreta a Haymitch Abernathy, mentor borracho y entrañable de Katniss). Mención especial merecen, obviamente, Sutherland y su gélida composición del dictador Snow y la gran aportación de esta entrega, un impasible Phillip Seymour Hoffman, que parece que lo hayan sacado un ratito de El topo de Alfredson, para oficiar de ambiguo comisario político de los juegos.
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