Debo reconocer mi sorpresa y mi error al juzgar prematura y prejuiciosamente esta película. Frivolizar a golpe de chascarrillo y chiste de saldo sobre temas dramáticos que incluyen la muerte accidental, heridos en coma, crisis post-traumáticas, complejos psicosexuales y otros tanto o más delicados, me parece un reto muy arriesgado y al alcance de pocos. Es fácil caer en lo patético, lo pretencioso y el mal gusto. Fácil y probable. De modo que mis prevenciones no incluían entre los capaces a los creadores de Cámara Café, a uno de los directores de Plutón BRB Nero y a Arturo Valls en el doble papel de productor y protagonista. Lo cierto es que la combinación no me parecía la más indicada para el desafío, sino más bien la más propicia para cometer una temeridad y que sus responsables salieran no mal parados sino peor. Y me equivoqué.
Los del túnel no es que sea una gran película, todo hay que decirlo, pero justo es reconocer que sin renunciar a sus dos objetivos principales: hacer una comedia burlesca y a ratos tontorrona, y usar el humor para esculpir el drama; consigue un equilibrio nada fácil de mantener. Logra que lo patético, a menudo generado por las bromas inadecuadas y los chistes inoportunos, sea la manera más eficaz de generar tensión emocional por la vía del contraste, hasta el punto de hacer gracia, pena e incluso invocar la ternura hacia personajes grotescos, estereotipados y, en algunos casos, caricaturescos. Y lo más curioso es que el film no deja nunca de parecer una bobada, pero sale uno de la sala dándole vueltas a cuestiones de un calado emocional que va mucho más allá de lo que pudiera parecer que, por su aspecto y el tono jocoso y gamberro que marca su estilo, pudiera llegar a inspirar. Fíjense que incluso Arturo Valls, sin dejar en ningún momento de hacer de Arturo Valls, construye por primera vez un personaje con más de una capa.
Els vostres comentaris